Desde hace mucho tiempo escuchamos la frase: “el perro es el mejor amigo del hombre”. Pero más allá de ser una frase llena de emociones, ¿sabemos cuál es su verdadero origen? ¿Por qué seguimos reafirmándolo generación tras generación? Descubre una historia real del siglo XIX, junto con algunas reflexiones de ese vínculo tan poderoso entre humanos y perros.
La historia real que le dio vida al dicho
La frase tiene su semilla en un juicio estadounidense de 1869, en Warrensburg, Missouri. El granjero Charles Burden demandó a su vecino tras el asesinato a tiros de su perro, “Old Drum”. El caso escaló a juicio, y durante el alegato final, el abogado George Graham Vest pronunció un emotivo discurso que incluyó lo siguiente:
“El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta… es su perro.”
El jurado falló a favor de Burden, otorgándole 50 dólares, y la estatua de Old Drum, con dichas palabras grabadas. Aún hoy día se alza frente a ese juzgado, para recordar el suceso.
¿Fue el abogado George Vest el primero en usar esta idea?
En realidad, la frase tiene raíces más antiguas: En 1764, Voltaire ya escribía: “Es el más fiel de los animales; es el mejor amigo que el hombre pueda tener”. Por la misma época el rey Federico II de Prusia describió a su galgo italiano como su “mejor amigo”. En 1821, un poema anónimo en el New-York Literary Journal se refería a los perros como “el mejor amigo del hombre”. Así que, aunque no fue el primero, George Vest popularizó la frase, con un discurso que aún conmueve por su sinceridad.
¿Por qué esa frase llegó a la cultura popular?
Porque refleja un vínculo real y profundo que los seres humanos han compartido con los perros durante miles de años. Uno de los principales factores que contribuyeron a su popularización es la coevolución entre humanos y perros.
Se estima que los perros fueron domesticados hace más de 35,000 años, convirtiéndose en los primeros animales en acompañar a los humanos en su vida diaria. A lo largo de este tiempo, desarrollaron capacidades genéticas y de comportamiento únicas para convivir con nosotros: desde detectar nuestras emociones hasta reaccionar a nuestro lenguaje corporal. Esta relación no es solo simbólica, sino también biológica.
Además, la empatía natural de los perros con las personas ha sido respaldada por la ciencia. Estudios han demostrado que tanto humanos como perros liberan oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, durante sus interacciones. Esta sustancia fortalece el vínculo emocional, creando una conexión tan fuerte como la que puede existir entre padres e hijos.
A lo largo de los siglos, este lazo ha sido inmortalizado en obras literarias, poemas, películas y noticias. Desde Argos, el perro fiel de Odiseo en La Odisea, hasta Hachikō, el Akita japonés que esperó a su dueño durante años después de su muerte, el perro ha sido retratado como un compañero leal y desinteresado. Estas historias reales y ficticias han contribuido a reforzar la frase y darle un peso casi universal.
¿Por qué aún sigue vigente ese dicho?
Más del 35% de los tutores asegura sentirse más tranquilo al estar con su perro. Esta conexión no es casual: es resultado de siglos de coevolución, donde los perros se adaptaron a nuestras rutinas, emociones y necesidades sociales.
Además, las historias icónicas (como la de Hachikō, el perro japonés, o la de Vaguito en el Perú) siguen conmoviendo al mundo y reforzando el arquetipo del perro leal e incondicional.
La frase también se mantiene vigente porque representa valores humanos profundos: lealtad, amistad, compañía, que trascienden edades, culturas y generaciones. No se trata solo de una expresión bonita, sino de una verdad compartida y respaldada.
Decir que el perro es el mejor amigo del hombre no es un cliché, sino una afirmación con fundamento histórico, científico y emocional. Es una prueba de que nuestro vínculo con los perros no solo es real, sino también esencial. Y por eso, esa frase sigue viva, fuerte y más cierta que nunca.