Siempre que vemos una imagen de una bruja, inmediatamente se encuentra un gato a su lado. Los gatos han estado asociados a la hechicería durante muchos siglos, pero no es algo que buscaron por sí mismos; simplemente fueron víctimas de una mala publicidad. Descubramos cómo y por qué solemos vincular a las brujas y a los gatos.
Los gatos eran asociados con diosas
Antes de adquirir mala fama, los gatos eran animales venerados y respetados por muchas culturas antiguas, asociados con la energía femenina. Esto puede explicar la primera relación entre las brujas y los gatos, ya que estos felinos estaban vinculados con la fuerza de las mujeres.
Por ejemplo, en el antiguo Egipto, Bastet era la diosa del hogar y la protección, representada con cuerpo de mujer y cabeza de gato. Los griegos creían que la diosa de la cosecha, Démeter, podía transformarse en un gato. Cuando los encontraban en los campos, los respetaban y adoraban, creyendo que era su diosa haciéndoles una visita.
En la mitología nórdica, la diosa Freya usaba un carro tirado por gatos azules formidables. Freya era la encargada de la muerte y de llevar a los héroes caídos al más allá, y era conocida por practicar la magia. Por lo tanto, era normal en esta cultura asociar la magia con los gatos.
La época oscura para los gatos
Sin embargo, la situación cambió con la expansión del cristianismo, que buscó erradicar otras religiones y cultos a medida que avanzaba por el mundo occidental.
Esto condujo a la condena de las antiguas mitologías y religiones paganas. Dado que las mujeres desempeñaban un papel fundamental como sacerdotisas en estas religiones, comenzó a popularizarse la creencia de que estaban relacionadas con el mal.
De esta manera, las antiguas diosas se convirtieron en demonios, y las sacerdotisas en hechiceras.
Esta condena no tardó en arrastar a los gatos, ya que se asociaban a las antiguas diosas, se convirtieron en símbolos del mal.
Durante la época medieval, el papa Gregorio IX emitió una advertencia en contra de los practicantes de brujería. Sobre todo de aquellos relacionados con gatos negros, afirmando que en realidad estos animales eran un disfraz utilizado por Lucifer. Acusaron a los gatos de formar parte de prácticas heréticas y de brujería, y así se transformaron en los fieles compañeros de las brujas.
El rechazo hacia los gatos también era una forma de desestimar cualquier cultura que no fuera cristiana. Por ejemplo, los musulmanes siempre han admirado la elegancia y limpieza de los gatos, considerándolos animales de buena suerte. Así que, al evitar la presencia de los gatos, también evitaban la presencia de culturas que les respetaban.
¿Ellos crearon su fama?
Pero el comportamiento de los gatos tampoco ayudó a mejorar su reputación. Los gatos son elegantes, astutos y un poco distantes, lo que parece transmitir una conexión con el mundo de los espíritus, sobre todo gracias a su mirada penetrante. No es extraño que estuviera asociado a la brujería.
Durante la edad media, describieron a los gatos como criaturas crueles y vengativas que no se sometían como otros animales domésticos. Se les observó jugando con sus presas antes de comérselas. Esto reforzó la creencia de que eran impredecibles y estaban malditos.
Además, como a los gatos les gusta merodear por la noche, y dado que la brujería era una actividad ilícita practicada principalmente bajo la luna, se asumieron como compañeros de las brujas. A pesar de que estas mujeres que practicaban rituales lo hacían en compañía de muchos otros animales, los gatos fueron los más perjudicados debido a su historial.
Los gatos, más que otros animales, se vincularon con la maldad gracias a su comportamiento misterioso e independiente. Incluso en la actualidad, en la mayoría de las referencias de la cultura popular, los gatos suelen retratarse como malignos, o ser los villanos en películas o series.
Los gatos y brujas como representantes de la rebeldía
No es sorpresa que los gatos, deidades en culturas antiguas, se convirtieran en seres malévolos en la cultura moderna como forma de silenciar la rebeldía femenina.
A muchas mujeres acusadas de herejía las castigaron injustamente por estar adelantadas a su tiempo, por poseer conocimientos en medicina o ciencia natural que no se ajustaban a las ideas de la época, y por no estar subyugadas por un matrimonio o la religión predominante.
La rebeldía de las mal llamadas “brujas” se asocia mucho con la independencia de los gatos. Las brujas y los gatos en sí mismos representaban una sola cosa: desafiar el sistema, y desde entonces no podemos imaginar una figura sin la otra.