Pocas historias capturan la imaginación como la de las islas habitadas mayoritariamente por gatos. Entre todas ellas, una destaca por su encanto: Aoshima. Este es un diminuto territorio donde los felinos superan ampliamente a los humanos y donde cada día parece detenido en una postal. Es un fenómeno cultural, social y turístico ha convertido a Aoshima en un destino emblemático dentro de las llamadas “islas de gatos” del archipiélago japonés.
Un pequeño pueblo, un gran número de gatos
Aoshima es una isla remota de la prefectura de Ehime, en el sur de Japón. Según los documentales y reportajes disponibles, la población humana se mantiene alrededor de unas pocas decenas de ancianos, mientras que los gatos pueden contarse por cientos.
La razón de esta singular desproporción tiene raíces históricas. En décadas pasadas, los gatos fueron introducidos para controlar plagas de roedores que afectaban los barcos pesqueros. Con el tiempo, la isla dejó de tener actividad comercial intensa. Pero, los gatos continuaron reproduciéndose libremente, dando origen a la comunidad felina que hoy acapara la atención del mundo.
La isla no cuenta con tiendas, hoteles ni restaurantes, por lo que su ritmo cotidiano es simple y silencioso. Los pocos habitantes que permanecen en Aoshima cuidan a los gatos, los alimentan y velan por mantener la convivencia pacífica entre turistas y felinos.
Una experiencia que atrae viajeros de todas partes
Las imágenes virales y los videos publicados por visitantes muestran a grupos de gatos recibiendo a los viajeros apenas bajan del ferry. Los felinos, acostumbrados a la presencia humana, se acercan con confianza en busca de comida o caricias. No es raro ver a turistas rodeados por decenas de gatos mientras intentan tomar fotos o grabar videos.
Aoshima no está diseñada como un destino turístico tradicional. Solo se llega a través de un ferry que realiza un número limitado de viajes por día, lo que añade un aire de exclusividad a la experiencia. Esta lejanía también ha ayudado a preservar su identidad como un lugar tranquilo y auténtico, donde los gatos son parte integral del paisaje.
El papel de los residentes y los límites del turismo
Pese a su creciente popularidad, la isla mantiene restricciones importantes. Los habitantes han expresado en entrevistas que reciben a los viajeros con gusto, siempre que se respete el entorno y la rutina de los animales. Sin embargo, piden que la cantidad de comida que los turistas llevan no sea excesiva, pues puede generar problemas de salud para los gatos o atraer fauna no deseada.
Con el paso del tiempo, también se han implementado iniciativas para controlar la población felina, incluyendo campañas de esterilización que permiten reducir la reproducción sin afectar el bienestar de los animales. Estas acciones, difundidas por medios japoneses, buscan mantener un equilibrio responsable entre la presencia humana, los recursos limitados de la isla y la salud de los felinos.
Más allá de Aoshima: el universo de las “cat islands” en Japón
Aoshima no es la única isla famosa por sus gatos. Japón alberga varias islas con comunidades felinas notables, como Tashirojima, Enoshima y Manabeshima. Todas ellas comparten una conexión cultural que se remonta a tradiciones donde los gatos eran considerados guardianes de la pesca, buenos augurios o protectores de la prosperidad.
Las guías de viajes mencionan que estas islas atraen a visitantes que buscan una experiencia más contemplativa y cercana a la naturaleza, muy distinta del bullicio de las grandes ciudades como Tokio u Osaka. En ellas, los gatos se convierten en guías silenciosos que acompañan a los turistas entre santuarios, muelles y senderos que parecen haber quedado en el tiempo.
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